COLUMNA: Acentos
Por Jorge Medina Viedas
Guadalajara es una de las capitales más atractivas del país. “Tiene todo sin las aglomeraciones del Distrito Federal”, se decía hasta hace poco en el norte yermo de cultura y civilización (aunque hoy ni una cosa ni otra sean ciertas), y muchos, en especial los sinaloenses, aún la toman como destino temporal o definitivo.
Pero los lazos de Sinaloa y Jalisco son históricos. Sinaloa fue rumbo de muchos jaliscienses desde el siglo XIX. El poeta y diplomático Enrique González Martínez, tronco principal de la saga de los González Rojo, se trasladó allá a finales del siglo XX, donde se casó con una sinaloense, Luisa Rojo. En Culiacán, González Martínez llegó a colaborar en la revista Bohemia Sinaloense que dirigía otro jalisciense radicado en Culiacán, el periodista Julio G. Arce.
La ruta del ferrocarril construida durante el Porfiriato fue decisiva en el flujo migratorio entre Sinaloa y Jalisco. En esa emigración hacia las fértiles y prometedoras tierras sinaloenses llegaron los troncos de familias de comerciantes, médicos, contadores, maestros, algunos de cuyos vástagos serían figuras públicas (Francisco Labastida, para poner un ejemplo). No es casual que el primer presidente estatal del PNR fuera un oriundo de Jalisco: Filiberto Mora y Ochoa.
Al mismo tiempo, otros sinaloenses se asentaron en Guadalajara. Los jóvenes acudían a estudiar educación superior. Abogados, ingenieros, escritores, personas de diversas actividades y profesiones se asentaron para siempre. Personajes como Rodolfo González Guevara y Joaquín Noris Saldaña, con raíces sinaloenses, hicieron carrera política en la entidad.
Una emigración forzada dio otra seña de identidad a la relación. Me refiero a la provocada en los años setenta por la campaña militar contra el narcotráfico en Sinaloa, llamada operación Condor, y que provocó el asentamiento de varios jefes de los grupos de la localidad. En este contexto fue celebérrima la relación de Rafael Caro Quintero, un narcotraficante con algo de pintoresco por sus aposturas de bandolerismo social, con la sobrina del ex gobernador de Jalisco Guillermo Cosío Vidauri, Sarita, quien acompañó a Caro en parte de su aventura delictiva.
Aupados entonces en una suerte de “momento dorado”, Jalisco tuvo un fuerte impulso económico, y los modales de ciertos grupos sociales y hasta la gastronomía sufrieron las variaciones de una subcultura muy propia del fuerte carácter rudo de los sinaloenses.
Hoy para jóvenes futbolistas del estado norteño, la meca es Guadalajara. Varios crecieron aquí y Sinaloa es un venero jugoso para los clubes del estado. El estado norteño tiene fuerte presencia en Jalisco y éste ha sido casa abierta y generosa. Sinaloa lo ha sido por décadas para una de las más fuertes corrientes migratorias que palian las carencias de Jalisco.
En la variopinta actividad económica, cultural, social y educativa, interactúan de manera intensa. Las Tortas en Ahogada concilian con el Camarón en Aguachile.
Los sinaloenses juegan, trabajan, estudian y hacen negocios. Y mueren. Aquí murió el jueves pasado Ignacio Nacho Coronel. “Vestido de blanco, con una cruz colgada al cuello, cayó abatido por las balas”. Era uno de los jefes de la Federación que encabezan los sinaloenses Ismael Zambada y Joaquín Guzmán Loera. No era originario del estado. Pero es como si lo fuera, porque además de su filiación, nació en Canelas, Durango, un pueblo situado donde las fronteras de Sinaloa y Durango se desvanecen. Su muerte ocurrió en una colonia residencial de Zapopán. Dicen que era un hombre con mucha influencia en todo tipo de negocios. Un personaje que sabía con mano suave o dura, controlar hombres y territorios.
Ese mismo día con el operativo aun marcha, evitando los imprevistos de la masa que el viernes acudiría al juego inaugural del nuevo estadio de las Chivas, invitado por el dueño del equipo, Jorge Vergara, el presidente Felipe Calderón asistió a una inauguración postiza y exclusivísima del estadio, también propiedad de Vergara, un empresario que en los últimos años ha ido acumulando una inmensa fortuna a base de audacia y empuje, pero sobre todo cometiendo una ringlera de abusos en perjuicio de particulares y de la sociedad. Un hombre que sabe también controlar de mal modo hombres y territorios.
Escribe en Público MILENIO de Guadalajara, Salvador Cosío Gaona, que este Vergara, sin historia digna de por medio, empezó un pingüe negocio con el equipo de las Chivas engañando a los socios. Una Asociación Civil la convirtió en Sociedad Anónima. Y se devoró las acciones y defenestró a quienes quisieron salvar la historia y las tradiciones. Para la construcción de su estadio, Vergara tuvo la indecencia de venderlo sin haberlo construido, lo edificó en una zona que va a afectar el abastecimiento de agua a Guadalajara y, además, sobre otra área de protección del agua violentando el Reglamento Estatal de Zonificación y múltiples ordenamientos ecológicos. Para ello, el gobierno le obsequió licencias y permisos irregulares.
En este Guadalajara de contrastes y absurdos estuvo el presidente Calderón acompañado del gobernador Emilio González Márquez y de Jorge Vergara.
* Jorge Medina Viedas es columnista de Milenio Diario y ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Comentario: jorge.medina@milenio.com
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Programa de Radio del 30 de Junio 2010
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